lunes, 14 de octubre de 2013

Sonia a los 18

Cuenta la historia que allí donde los dioses aún hablaban en voz alta y los humanos aún se atrevían a escuchar, vivía una joven princesa llamada Casandra.
Hija menor de Príamo, rey de Troya, Casandra era conocida por su tranquilidad y su extraña belleza, y tanto era así que un día Apolo, un joven Dios (si es que podemos osar darle edad a los Dioses), se vio a sí mismo perdidamente enamorado de la bella mortal y como ofrenda de su amor, le regaló el don de la profecía. Le concedió la visión que todo lo ve: el llanto atrás de la sonrisa, la guerra detrás de los cantos, el amor detrás del odio, la soledad detrás de la soberbia…
Sin embargo, detrás de su tranquilidad Casandra era una pequeña mujer con coraje, y de nada valió la divinidad del enamorado, las promesas de eternidad ni las amenazas de torturas para que aceptara su amor. Ella se negó a compartir la infinidad divina junto a él, y eligió ser libre en su corta mortalidad. 
Apolo, herido en su orgullo de Dios (que mucho más pesa y mucho más duele que el orgullo de hombre), la maldijo para el resto de sus días. “Verás todo lo que debas ver, mas nunca nadie creerá en lo que ves” dijo él, y Casandra quedó atrapada en su propio don, viéndose obligada al rechazo, quedando resumido su poder a un simple murmullo en el viento ante los ojos del mundo mortal.

Troya entró en guerra años más tarde, siendo Casandra ya una mujer del templo de Atenea, Diosa de la sabiduría y protectora de esta ciudad. Pero esta es una historia que ya mucho nos han contado, y que confío Ud conoce a la perfección.
Sigamos a nuestra profetiza en su triste destino…
Estamos ahora en el momento preciso en que Príamo, muerto ya su hijo Héctor, encuentra ante las puertas de su ciudad un enorme caballo de madera, presunta ofrenda del oponente, como símbolo de paz.
Con esto, Príamo da por concluída la cruenta guerra y da la orden de entrar al caballo a la ciudad. Su hija, que se encontraba junto a él, advierte que en esa ofrenda se esconde una terrible amenaza. Le pide a gritos que impida su ingreso, o estaría permitiendo la caída de su reino.
Pero, como ya sabemos, el rey hace caso omiso a las locuras de su hija, que desde joven se atreve a decirle lo que debe hacer, aludiendo a poderes divinos que ningún humano debería ostentar. Para él es inaudito que su hija mujer le dirija la palabra de ese modo, y en lugar de escucharla la reprende terriblemente por altanera (hay cosas que hasta al tiempo le cuesta cambiar…)
Por lo tanto, el caballo en cuestión irrumpe en la ciudad entre fiestas y cantos y tras él se cierran por última vez las puertas de la bella Troya.
Cae la noche, tras festejos del pueblo y lágrimas de nuestra desdichada mujer, y se levanta un halo de infortunio que regará de sangre el lugar, enterrando para siempre a Troya y escribiendo la historia de una tragedia que quedará en la memoria hasta nuestros días.
Pero, extrañamente, Casandra sigue siendo no más que un leve rumor en la historia.
Soplemos fuerte, que tal vez el viento nos traiga su suave voz y nos cuente lo callado… shhh…. ¿Escucha? Casandra está ahí, en su templo, pequeña e indefensa, pero firme e inquebrantable en su corazón, sabiéndose dueña de la verdad. Las tropas enemigas llegan hasta ella y la toman, entre otras mujeres y otros tesoros, como botín de guerra.
Por ser hija del rey destronado, es entregada a Agamenón, líder de la potencia vencedora, quien la toma por amante y esclava y la lleva a su pueblo.
De nada sirve que ella le jure que allí encontrará la muerte no solo ella, sino también él. Para el fuerte hombre, el vencedor hombre, el invencible hombre, el hombre hombre, son solo pretextos de una pobre débil mujer, una estúpida mujer, una objeto mujer, una mujer mujer. 
Y así termina la trágica historia, hallando ambos la muerte en Micenas, de la mano de la esposa de Agamenón, herida en su orgullo de mujer abandonada (que mucho más pesa y mucho más duele que el orgullo de Dioses)

No me diga que todo esto no le resulta tan extraño. No me diga que le suena a muchas otras historias de ayer y de hoy...

Locura f. Privación del juicio o del uso de la razón // Acción imprudente o insensata.

Hermosa palabra. Tan vieja como Casandra, y tan moderna como la quema de brujas en Salem, y tan contemporánea como el Estevez o como cualquier puestito de esquina donde viejas locas leen el futuro. 
Me la apropio, la hago carne, y oso gritarle al mundo que estoy loca. Que amo mi locura y la locura de mi mundo, tanto como ellos aman su sordera, su ceguera, su mundo feliz. 
Locurademujerloca locurademujerconboca locurademujerconúteroysangre Locuradebruja locuradeDiosa locurademendiga Locuradeputa locuradevieja locuramíatuyadelosniñoslossabiosyloslocos.

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