viernes, 11 de octubre de 2013

julia de los 20 por chules

Ale y Malena me animaron a buscar y lo único que rescaté de mis 20, no hay registro de los 15, es esto. Confieso que me vi tentada a cambiarle muchas cosas, pero decidí respetar a la Julia de hace (fa) diez años... Y además (sh) un poco aún me leo ahí... 

Uno, Dos y Tres

Uno se levantaba cada mañana a observar la salida del sol desde un intrépido mar. Dos, que hacía tiempo había partido hacia otras costas, se sentaba en la arena a contemplar el atardecer. Y Tres no pensaba ya en ellos. Tres había elegido otras alturas.

Se conocían de toda la vida, pero... ¿qué es toda la vida, cuando pasan años sin reconocerse? ¿Uno, dos..., tres años? ¿Décadas? Para Uno, un año era un poco toda la vida, extrañaba a Dos y a Tres como a piezas de sí mismo. Tenía esa leve seguridad que nos ofrece el Destino, cuando creemos, ilusos, que los reencuentros maquillan años de distancia.
Dos había partido, y regresar lo conectaría con quien había sido. Pero volver lo inquietaba, porque ya no era ayer, sino un hoy disfrazado, un mañana incierto.
Tres no volvería, poco le importaba el reencuentro, lo sentiría como un paso hacia atrás, un intento por recuperar aquello que jamás había existido.

Dos llegó temprano. Se acercó a Uno, que lo estaba esperando en el sitio aquél, ése que los había visto partir. Y en el abrazo, la ansiedad... Y en sus miradas, el miedo. De manera casi sincrónica, caminaron hacia aquel descampado en el que jugaban de pequeños, contando y saltando, de Uno a Diez, hasta el cielo.
El ciprés aún lloraba las marcas de aquellos adolescentes que habían jurado era cómplice del enemigo. “Cosas de chicos”, ya no tan pequeños, los incitaron a seguir hostigándolo.

Tres despertó entorpecido aquella mañana. Entre la vigilia y el desvarío, recordó el encuentro al que había decidido no presentarse..., y se halló hostigando un ciprés cercano a su nuevo hogar.

Dicen que en una costa, la de Uno, el cielo se oscureció de repente, mientras que en la costa opuesta, una tormenta destruyó el poblado..., al tiempo que en las alturas, las verdes colinas de Tres se abrieron en un abismo.
Dicen que, cada tanto, cuando tres viejas fuerzas se unen lastimando la Naturaleza, un conjuro se abre paso entre los matorrales y cobra venganza... Un viejo cómplice del enemigo desnuda alianzas indelebles.


JG

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