domingo, 20 de octubre de 2013

Por Morocha

¿Por qué seguis ahí parada?
Porque debo tomar el antídoto

¿Por qué seguís ahí parada? Me preguntaste con sabor a incredulidad en la mirada, y yo que recién me había despertado, que en realidad buscaba un vaso de agua para sacarme el gusto a pasta de la boca, me puse a pensar: ¿Qué estoy haciendo acá parada todavía? Mientras me crecen ríos de cáncer en el ojo izquierdo, por la tensión el estres y la angustia de no poder gritar más fuerte y más ancho que tengo amigos muriendo en lugares que desconozco. 

¿POR QUE seguís ahí parada?! Me preguntaste con la voz más alta y los brazos en jarra. Yo estiraba disimuladamente el tobillo buscando una de las dos zapatillas que anoche habíamos lanzado frenéticamente al patio. Tienen olor a pata, están tiradas en el patio, dejá el tobillo acá quietito, no te va a pasar nada, quedate ahí parada, haciendo de cuenta que no sentís nada, mientras él viene de madrugar bajo una cama que le sostiene el personaje y le compra trajes y corbatas para salir a mendigar una o dos pastillitas por día. Quedate ahí parada sin que ella se dé cuenta que te están atravesando los dientes de rabia, que tu hija fue violada aunque no te lo diga, que el padre desprecia a su hijo porque le salió retrasado y a su mujer porque le cagó la vida, si te quedas ahí parada quietita bien quietita en tu lugar a lo mejor pasás desapercibida volvés a tu casa y la contás otro día.

¿Por-quéééé-seguis-ahí-parada? Por qué no te matás a codazos con el cadaver de al lado, por qué se te ocurre que una máquina merece más respeto que tu ausencia, por qué no disfrutás del sauna de verano con sabor a precios bajos, te tomas las vacaciones en enero y recorrés la línea B de lado a lado hasta febrero. Las formaciones nuevas y las viejas se precipitan como el ganado cuando sabe que está yendo a morir, que lo llevan a otro lado que desconoce, un cajón del que ignora su color y sus aromas, el cuerpo aletargado percibe una amenaza, ellos saben que nos turnamos la muerte que hay una espera para cada trapo, que uno te viste y otro te encadena pero ninguno teje auroras en tu panza.

¿Seguisss ahí? Volvió a preguntar con la lengua empastada. Y yo con el cáncer latiéndome en el ojo izquierdo, no pude pronunciar palabra, estiré los brazos y el/la supo que buscaba el antídoto, ese que me dejaba seguir muriendo con tan poca gracia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario