martes, 11 de marzo de 2014

por mica

versión 1
Voy al cumple de una amiga. Alguien habla de cocaína, quizás soy yo, la idea rebota y crece entre las caras. Le mandamos un mensaje a un tranza. Aspiro una línea grande que arma un pibe sobre un cd. Salgo al balcón a fumar un pucho, el pibe sale conmigo y me habla. Ni siquiera me interesa quedar bien. Entro, no sé dónde sentarme. Voy al cuarto, me acuesto en la cama. Peor. Vuelvo al living, el pibe me hace señas. Arma de nuevo tomo nada mejora. Le pido a mi amiga las llaves, me voy a comprar cigarrillos y chicles. Camino rápido, apurada. Vuelvo. Me hace señas el pibe. Le digo que no. Llegan unos amigos, escabio lo más rápido que puedo. Moisés dice que tomemos pepas. Nadie se pone de acuerdo en la medida justa así que le tira una al fernet: nos lo tomamos él, More y yo.
En el bondi muchos seres discuten sobre la coma. Moisés dice que la coma es más yanqui que los dos puntos. Pienso en una coma y unos dos puntos bailando en un musical de Disney, parecidos a las tazas de la Bella y la Bestia: no entiendo qué dicen. Sigo con la idea del musical mirando a cualquier lado, no quiero hacer el esfuerzo por participar, pero la charla se extiende en el tiempo, tantos segundos callada me dejan afuera del núcleo de producción vital. Espero la llegada de un silencio. Pregunto en voz alta para no tener que repetir ni tocarle el brazo a alguien que me integre a desgano: ¿cómo que la coma es más yanqui que los dos puntos? Calculé mal: otro sigue hablando encima mío, mi voz nunca llega a los seres, pienso, pero Moisés, tres asientos individuales adelante, da vuelta la cabeza y me responde que claro, que la coma viene de allá, de Estados Unidos, que es importada, que en cambio los dos puntos no. Primero le digo ¿sí?, pero si acá la usamos una bocha. Él mantiene la cabeza dada vuelta para escucharme, y el otro que hablaba encima mío se calla. Lo que importa es eso, digo, el uso que se le da. Con la vista periférica veo a More que asiente y sonríe. Las palabras se me afilan en los labios: no importa de dónde viene la coma, lo que a vos te importa es si a tu lenguaje le sirve, si la tenés, si sirve, te la apropias, chau. Resignificación. Escucho la risa de More y su voz que ocupa el bondi entero diciendo ¿sirve la coma para la justicia social?: entonces adentro. Sus palabras tocan el nervio de las mías. Es que somos profundas peronistas brechtianas, termina.
La miro a los ojos, me mira: estamos en un túnel sólo nosotras y desvío la vista porque tanta profundidad me marea.
Llegamos a un boliche gay que nadie conoce donde hace mucho calor. Camino en zigzag por todo el lugar. Encuentro un vaso con dos hielos y los toco un poco para que no se peguen secos sino que deslicen y los hago bailar en mi espalda primero y en la de More después. Los chicos nos miran, quieren, les paso los hielos por las espaldas. Se enloquecen, más adentro, me piden, pasámelo más, pasámelo más.
Se me caen.
Miro al piso enemigo, dueño de mis pedazitos de hielo injuntables ¿con qué me voy a divertir ahora? El mundo es un lugar horrible, pienso. La piel se me seca en el instante, soy una serpiente vieja, me voy a morir. Agarro un vaso de cerveza frio que me humecta pero no lo suficiente. Voy al baño, paso por la barra, sin decidirlo le pregunto al que atiende
-¿me dás hielo?
Entiende rápido. Me gusta esa gente. Me da un vaso con diez hielos. Agarro uno y me lo paso al instante, por la frente, los cachetes, la nuca, los brazos, la espalda, la boca. Llego a los saltos a donde están los chicos, sin que me vean les paso a More y a Moisés los hielos por las nucas, no me dicen nada, bailan más, se enfiestan, yo también, meto la mano en el vaso, toco, me rio, soy la diosa del hielo.

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