martes, 11 de marzo de 2014

por chules

Tengo que dejar la bebida - pensé el día en que murió mi abuelo. Mi abuelo no tomaba, pero tenía nariz de borracho, cada año nuevo decía "felisa me muero", en lugar de "feliz año nuevo", y un día de verdad se murió. Ese día me dije "tengo que dejar la bebida", después de nada, era la tendinitis lo que más le molestaba a mi muñeca. Mi abuelo se llamaba Carmelo, y en Carmelo la gente descansa y veranea, come alfajorcitos, fuma porrito careta y rompe algunas reglas. En Carmelo escuche tu celular sonar esa madrugada y me pareció extraño, nunca te sonaba de madrugada, se me vino la cara de esta piba, la palera, que fumaba armados y tenía unas tetas increíbles, y yo, sin tetas pensaba que el mayor acto de amor sería decirte que no podía salvarte ni evitarte el sufrimiento. Vos, en cambio, me mirabas perplejo con cara de gato que no confiesa lo que sabe y me decías que ibas a ser mi héroe, ese héroe de historietas que me leía mi viejo antes de dormir, cuando era chica. Y lo que hiciste fue el peor acto de amor que alguien hizo por mi en esta vida. Ese llamado, de madrugada, en Carmelo, de esa palera, un mal viaje. Pésimo. 
Había chocolates y el collar de mi jardín de infantes colgaba de la mesa de luz. Me los comí todos, de la ansiedad, me las fumé todas, porque la garganta se me trababa como cuando intentaba estudiar francés y nunca podía diferenciar las es. Si, el puto francés, que me encanta por su putez, tiene como cuatro es. Es necesario? Parece que si. Que se yo, son tipos jodidos, comen baguettes y andan así como así, fumando y empinando el codo como ningunos otros, pivoteando las guitarras en los patios de la sorbona, leyendo a Camus miles de años después, y estallando rosas por fuera del aura, sin creer en el aura, a pesar del existencialismo y los trenes metro que funcionan apenas mejor que el metrobus. Lo lindo de París es el gintonic, la sensación de estar en casa y que todos ahí me llaman Julie, y suena parecido a jolie... 
Cuando supe que mi familia no era francesa me decepcione un poco, casi como cuando conocí por fin a Coraje de Jugate Conmigo y resultó ser un pelotudo importante que dejo de garpe a su mujer apenas parida Como vos y tu llamado madruguero... Había mariposas en París, tetas, gigantes, como las de Moria y en una vidriera de la rue des chagrins, la camiseta de boca con el número 9. Yo no se quien es el 9, a mi solo me gusta el 7 porque es como mágico, viste? Como ese trébol de Bariloche que me trajo el verano pasado la belleza de mi hermana y que se murió y revivió miles y miles de veces, tantas que ya no se cuántos transplantes aguantó. Por ahí fueron muchos pero siempre los hice con ese cuchillo especial que me regalo Ema el día en que me palmó la espalda y me movió el encaje, esa misma tarde en la que me empastille hasta desmayarme y me desperté más liviana, y ya no pensaba en vos. Más bien me acordaba del chico al que le di mi primer beso, lleno de conogol de dulce de leche y la primera vez que cogí, a mi novio de la adolescencia que usaba un bóxer de river. Era necesario? Cuatro es, un conogol, un bóxer de river y ese llamado, esa madrugada, en esa ciudad careta que tiene el nombre de mi abuelo. Cuando se murió mi abuelo me sentí poderosa. Llegue a la clínica minutos antes y vi a mi abuela rogarle que no la dejara sola, que no se fuera. Apenas ella salió de la habitación, le dije "ándate, viejo. Si tenés que irte, ándate". Pensaba en lo egoísta de mantener vivo un cuerpo a pesar de su ser, y sentía que alguien tenía que darle permiso para que se fuera en paz. Al minuto no respiraba, y yo, aunque triste, me sentía poderosa, como Superman, pero nieta y mujer. Abrace y sostuve a mi abuela, como tantas veces sostengo mujeres en los momentos más fuertes de sus vidas, como me sostuvieron a mi el día en que devine madre y parí, salvajemente, a la cachorra más hermosa del mundo, a esa que era dueña de mis tetas esa noche que la palera de tetas enormes te llamo y me movió, otra vez y para siempre, el encaje.

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