martes, 28 de enero de 2014

por Ale



Hoy recordé. Sus ojos. Su licenciado silabeo silencioso.
La mueca temblequeante de la comisura de su boca, cuando sus ojos pasean por las páginas.
Sus párpados sudorosos, empañando los lentes que retozan a media asta en su nariz.
Su entrecejo fruncido al concentrarse, al perderse a vagabundear con la imaginación hasta el final de la obra. 
Los amé. Siempre los amé.
Y recordé...
Es fácil cuando das por cuenta que en los libros impresos no hay renglones, que las palabras flotan sueltas sobre la nada; me dio vértigo, pero me fue mas fácil seguir leyéndolos por siempre.

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